Estrés escolar

El otro día en una clase de tercero de primaria de un colegio, la profesora empezó a llamar a los padres por teléfono uno a uno para que vinieran a buscar a sus hijos. Más de la mitad de los niños empezaron a encontrase mal, con síntomas de mareo y dolor de cabeza. En cuanto a espacio físico solo habían coincidido en el colegio; no habían comido juntos ni lo mismo, por lo que el malestar general no se le podía achacar a una indigestión por ingerir los mismos alimentos; tampoco al día siguiente dieron indicio de estar sufriendo un brote de gripe. Pero hay algo que sí habían compartido todos: el estrés escolar de los dos últimos días.

El lunes habían empezado con clases hasta las 16:30 y siguieron con extraescolares y deberes. El martes repitieron jornada con el añadido de aviso de examen de inglés y de mates para el jueves, por lo que alguno estudiaría un poco ese mismo día. El miércoles (día de descanso por la tarde), fueron a clase, luego tuvieron una extraescolar (inglés), luego estudiaron, luego otra extraescolar (judo, parecido a jugar ¡bien!), luego siguieron estudiando hasta las 9, cenaron y se fueron a la cama. Al día siguiente, jueves: examen, clase, recreo, examen.

En total casi unas 35 horas en cuatro días, más de 8 horas diarias para unos niños de 8 años. ¿Esto es normal? ¿Los profesores que pusieron los exámenes tuvieron comunicación entre ellos antes de programar las dos pruebas? ¿En qué condiciones nos quedaríamos los adultos en caso de tener que pasar dos entrevistas para determinar si nos echan o no, si nos suben el sueldo o no en la empresa donde trabajamos en el mismo día? ¿Tendríamos nervios, ansiedad y estrés? La respuesta es por supuesto que sí. Ahora imaginemos la misma situación vivida por un niño de 8 años. ¿Qué han hecho para merecer el castigo de que en cuatro días no tengan tiempo para jugar?

Esta situación no es exclusiva de una semana al año, sino la rutina generalizada provocada por varios factores:

  • Unas leyes educativas: LOE y LOMCE que quedan muy bien escritas en el papel pero que son inviables a la hora de llevarlas a la práctica pues no hay recursos ni materiales ni personales.
  • Un sistema educativo que no tiene en cuenta la alta y rica diversificación de los niños de una misma clase y que está concebida para que destaquen aquellos que son buenos en matemáticas y lengua.
  • Un calendario de contenidos a cumplir durante el año que hace difícil que todos los alumnos lo alcancen con éxito debido a su exigencia, ya que se basa más en memorizar que en aprender realmente los contenidos.
  • Una carencia de horas dedicadas por parte de los profesores a la coordinación en detrimento de las horas que están obligados a cumplir dando clases.
  • Unos padres tan preocupados por el expediente escolar de sus hijos y su futuro laboral que intenta paliar su preocupación apuntando a sus hijos a extraescolares y clases particulares diarias. Esto no está mal si lo que quieren los padres coinciden con lo que quieren los hijos y si esas extraescolares están enfocadas de manera distinta a lo que ya hacen en el colegio.

 

En definitiva, un sistema educacional que tiene como consecuencia que los niños al irse a la cama conciban el día siguiente como una jornada laboral de 8 horas y que olviden que jugar también está permitido entre semana.

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